miércoles, 8 de abril de 2015

Muere Kardam de Bulgaria,Sajonia Coburgo Gotha. Ha sido enterrado en Madrid


“Volveremos a pasear de la mano por el campo”

Kardam de Bulgaria, ha sido enterrado en Madrid

Por Carmen Duerto (publicado en el periódico español La Razón y en www.diarioabierto.es)



Un coche; un Jaguar. Un kilómetro; el 42 de la A-1 y una hora; las 14.50, marcan para siempre la vida de la familia Bulgaria-Ungría. El tiempo se detuvo en una curva de la sierra madrileña. Si la boda con el primogénito de una de las dinastías más antiguas del Gotha real europeo, Kardam Sajonia Coburgo-Gotha, convertía a Miriam de Ungría, en princesa, ese kilómetro 42 la ha convertido en viuda, casi siete años más tarde. Kardam amaba a su familia, se distraía con la jardinería y era una excelente persona. A los dos los sacaron malheridos entre el amasijo de hierros en los que se había convertido la lujosa berlina que les devolvía a Madrid, después de haber pasado unos días en su casa de Riaza. Ella, diseñadora de joyas, tenía medio cuerpo roto y al límite de quedarse paralítica. Kardam, que era el conductor, sufría el impacto en la cabeza y entraba en un coma del que no se ha despertado, pese a que Miriam siempre mantuvo la esperanza de “volver a pasear de la mano por el campo algún día” y jamás, y no por ser creyente, sino porque realmente estaba convencida, jamás tiró la toalla y ha vivido con la esperanza de que ese coma que mantenía a su marido en ese estado de estar pero sin estar, revertiría. La mayoría de sus allegados siempre supieron que era irreparable, para Miriam, no. Ha tenido siete años para pensar en ese fatal desenlace y cuando ha ocurrido toda esa lucha se viene abajo. Después de intentarlo todo, con una larga estancia en Galicia, tratándose con un especialista, el matrimonio se instala definitivamente en la casa familiar de La Moraleja, una urbanización en la zona norte de Madrid. En el piso bajo de un edificio comunitario de varias alturas con jardín, Miriam hace las reformas necesarias para adaptar la vivienda a las nuevas necesidades de un hombre inerte en coma que tiene que estar permanentemente asistido por personal especializado y ella, por esa esperanza que nunca perdería, se adelanta a una hipotética recuperación e instala agarraderas por las paredes por si algún día Kardam se levanta de la silla.

Boris y Beltrán, los hijos del matrimonio, asumieron desde el primer día con enorme entereza, pese a ser unos niños de 10 y 8 años cuando el 15 de agosto de 2008 ocurría el accidente, el sufrimiento de ver en esa situación a su padre. Aún así, a Kardam se le hablaba, los amigos que iban a casa le saludaban y hablaban por si acaso él, en su estado vegetal, estuviese escuchando. A Kardam se le celebraban los cumpleaños y Miriam reunía a la familia a su alrededor para celebrar cada nuevo avance que ella imaginaba. En definitiva, se le hacía partícipe de todo lo que ocurría en el mundo exterior. Kardam, aunque sólo participase con su presencia y abriese ocasionalmente los ojos, tosiera o moviese imperceptiblemente una mueca de su rostro, ha sido uno más y hasta ayer 7 de abril que moría en el hospital de Sanchinarro a pocos metros de su casa, han sido cuatro los miembros de la familia Sajonia-Coburgo-Gotha-Ungría.

A los amigos, Miriam, una mujer tímida, realista y racional aunque se aferrase a ese mínimo tanto por ciento de “milagro”, les ha dado una lección de vida. Ha dado cariño y fuerzas sin tenerlas ella y jamás perdió la esperanza porque la mente es un misterio y ella sabía que hay casos en los que una persona despierta de un coma profundo. Ella se ha aferrado hasta el final, a esa mínima opción que le quedaba. El miércoles al mediodía, después de una ceremonia ortodoxa de despedida, Kardam ha sido, después de haber estado en un coma profundo casi siete años, enterrado en el cementerio de San Isidro de Madrid. Su mujer Miriam, sus dos hijos; Boris y Beltrán, La reina Sofía, la infanta Elena, sus padres, Simeón y Margarita, sus suegros, hermanos y cuñados, especialmente Alfredo, el matrimonio Aldama o David Hachuel han despedido a un buen hombre que fumaba mucho y vivió sin hacer ruido.
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